
Tomado del periódico EL PAÍS | Cali | Junio 16, 2019 – 12 am |
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Nicolás Buenaventura rodará en Cali del 11 de julio al 13 de agosto su película Kairós. Tiempo oportuno con un equipo caleño. El director cuenta que en Colombia no calificó a los estímulos de cine. Los recursos los obtuvo de importantes premios internacionales.
Nicolás Buenaventura Vidal, hijo del fallecido fundador del Teatro Experimental de Cali, Enrique Buenaventura y de la directora del TEC, Jacqueline Vidal, es un narrador en todo el sentido de la palabra. Conocido por sus espectáculos de cuentería que lo llevaron a radicarse en París hace años, es además actor, dramaturgo, cineasta y guionista. Y lleva cuatro años trabajando en una película que rodará en julio en Cali, Kairós. Tiempo oportuno.
Él, que tiene el poder de encantar con las palabras, como poseído por el narrador que hay en él, explica el sentido del título que le dio a su película: Kairós es una figura que tienen los griegos, existe en culturas indígenas con otros nombres e incluso en China. Es un saber ancestral, una noción que se perdió en nuestra era industrial, capitalista, en nuestra era Time is money, en la que el tiempo se compra y se vende.
Los griegos concebían tres nociones de tiempo: Aión, que es el Dios de la eternidad, el tiempo antes de que el tiempo exista. Cronos, que es un titán que se come a sus hijos, y lo vemos en el cuadro maravilloso de Goya (Saturno), que es el tiempo que pasa, que se compra, que se vende, que se mide, que calculan los relojes y los calendarios, el tiempo que no nos alcanza, que nos roban, que creemos que podemos matar, que se nos va, y estamos corriendo todo el tiempo detrás de él.
Y Kairós, que es un muchacho que tiene un mechón de pelo, alas en los tobillos y una balanza desequilibrada. Este joven, que no es un dios ni un titán sino un daemon, una figura entre los dioses y los humanos, cuando pasa, muchos no lo vemos o lo vemos y no sabemos qué hacer o lo atrapamos por el mechón de pelo. Kairós es el tiempo de la oportunidad, de la acción, el tiempo que no cabe en los relojes, ni en los calendarios, que no se puede medir, solamente sentir y cada uno lo vive a su manera. Es cuando un minuto puede sentirse como una hora o un día o cuando un día puede pasar en pocos segundos, es un tiempo que solamente se puede definir por lo que no es.
Cuando descubrí esa figura de Kairós me sentí muy bien de saber que existía otro tiempo y no solo este que se vende, que se compra, que va a toda velocidad. Eso me permitió escribir esta historia que llevaba por muchos años guardada en lo más profundo de mi inconsciente, que había tratado muchas veces de escribir y no lo había conseguido. Cuando me apropié de esa idea de Kairós, pude hacer el guion de esta película.
La suya, aclara, es la historia de un atraco en la que lo importante no es ni el botín, ni el plan, ni el ladrón ni el equipo que este arma, ni siquiera la hazaña misma del robo, sino algo más maravilloso, que es el instante, el momento, Kairós, el tiempo oportuno, la misma cotidianidad.
La historia va así: Un hombre frágil y vulnerable se enfrenta al más poderoso símbolo del poder económico moderno: un banco. Lleva todas las de perder pero, en el momento oportuno, gana. Es una película que, en esta época de impunidad económica y financiera, nos habla de la dignidad, de un tiempo más humano y de una inesperada forma de justicia. Y esa historia no podía tener otro contexto que no fuera Cali. En un momento dado, ante las dificultades para contar con los fondos colombianos, los productores en Francia propusieron hacer la película en otro país, porque podían tener acuerdos de coproducción y había gente interesada en ello, pero para mí era impensable la película en otra ciudad. Hay plantas que no se dejan trasplantar. Esta historia respira y palpita Cali. No la puedo ver sino aquí, por la misma ciudad y su relación tan extraña, fuerte y contradictoria con la Costa Pacífica, una ciudad avanzada en tantas cosas y al mismo tiempo con elementos de pueblo en pleno siglo XXI. Es importante pensarla en todas sus dimensiones y problemática como urbe del nuevo milenio.
Nicolás, que ha sido por muchos años un parisino más, se ha paseado por su Cali amada durante estos últimos meses buscando escenarios. El centro de la ciudad será vital en la historia, así como la Plaza de Cayzedo y el barrio El Porvenir.
Para el trabajo de casting duró seis semanas buscando la gente que haría parte del reparto. Fue casi doloroso escoger, porque la participación y la calidad fueron asombrosas. Toda la película recae sobre los hombros del personaje principal, interpretado por Tulio Guillermo Diuza, alrededor de él hay 16 secundarios. Su equipo, dice con orgullo, es 99% caleño, en dirección de fotografía, sonido, cámara, producción y a nivel actoral.
Él no ha tenido jamás prejuicio alguno con que los actores sean profesionales o no. El personaje no es para mí como un vaso vacío que hay que llenar con una presencia, sino que se construye en las relaciones. Al ponerle la cámara al frente, este habla con ella y de allí nace una verdad extraña. De eso se trata, de atrapar algunas verdades que tiene la vida. Pero la que crea, la que construye es la vida. Más que actores o no actores, el problema está en esa verdad, argumenta.
Nicolás Buenaventura confiesa que este es un proyecto muy ambicioso, hecho con muy pocos medios: Nunca tuvimos en Colombia apoyo, no califiqué para los Fondos Nacionales de Cinematografía. Estoy haciendo la película solamente con premios que gané en Francia, como Cinema Du Monde (Cine del Mundo), en el que uno compite con Estados Unidos, Italia, Grecia, Japón; y el de la Fundación GAN para el Cine, en la que participan 250 proyectos y le dan el premio a tres por año. En Colombia la productora es Pathos Audiovisuales.
¿Que por qué no califiqué para los estímulos de cine? Yo pregunté lo mismo, pero las respuestas que me dieron fueron insuficientes, dice. Él considera que son muchos los proyectos que participan. Y no se detiene a lamentarse: Esta situación nos da la posibilidad de tocar otras puertas y buscar otros mecanismos que no sean apoyados por el estado, como los premios independientes.
A eso suma que los jurados para esos estímulos son gente que viene de muchas partes del mundo y puede ser que no les parezca interesante la cara que uno quiere mostrar de Colombia. Y es que ese país que él muestra en su película, en sus palabras, no se ha visto en el cine. Yo durante mi vida en Cali he encontrado gente que es como el personaje principal, íntegra, que tiene una relación con los demás y con el mundo de mucha confianza, que no se vende y que se las juega todas por la vida.
Buenaventura no concibe hacer otro cine que uno con el que la gente se divierta, pero que también se sienta reconocida y perciba de sí misma una imagen amable y posible. Hay muchos personajes hermosos en este país y esa hermosura es muy importante buscarla. Ese ha sido uno de los elementos fundamentales en la historia, en el casting, en el trabajo de búsqueda de los lugares, enfatiza.
Nicolás Buenaventura participó en Rostros y Rastros, de Univalle Televisión; hizo tres documentales: La Escritura del Sol, La Música en los Tiempos del Ruido, y La Vida es muy Dura. Empecé con Carlos Fernández y Julio González con un grupo que creamos, Cinexperiencia. Participé en un proyecto con Carlos Mayolo y estuve cerca del Grupo de Cali. Esa fue mi escuela y haber crecido en el Teatro Experimental de Cali, al lado de Enrique y de Jacqueline. La deuda, otra película suya, que no hace parte de los listados oficiales del cine nacional, es sin embargo, recordada por los seguidores del director de El encanto de las imposibilidades.
Alumno aventajado del Cine Club de Andrés Caicedo, y seguidor del fallecido Yasujiro Ozu (Viaje a Tokio) y de Hirokazu Kore-eda (De Tal Padre tal Hijo), cuenta que cuando era niño, su padre Enrique lo llevaba a ver películas, y a sus 16 años su tío Nicolás Buenaventura le regaló una cámara que filmaba 8mm en una película de 16 mm. Filmaba un lado, y luego el otro y se mandaba a Alemania a revelar. Con mi amigo Juan Cristóbal Cobo devoramos muchos libros de cine, hicimos un cortometraje en Súper 8, luego otro y conseguimos mejores cámaras.
Aún recuerda sus pilatunas de cinéfilo, en bachillerato, salía muy temprano de casa y en lugar de irme al colegio, esperaba que abrieran el primer teatro y me metía a ver películas de vaqueros, las de El Santo, en teatros como: El María Luisa, El Avenida, El Troncal, El Libia, El Ayacucho, El Palermo, El Asturias, El Alameda. Tres meses después mi padre Enrique se encontró con un profesor en la calle y le preguntó ¿Y a Nicolás cómo le va en el colegio?, Él le contestó, Hum, sabemos que se matriculó pero no lo hemos vuelto a ver. No me da pena reconocer que me fascinaba el cine popular, los spaghetti western y el cine mexicano.
Volviendo al presente… Nicolás terminó en mayo pasado su temporada en el teatro. Dice que ahora su película le toma la vida: Es una ballena enorme que me está devorando y espero que como a Jonás algún día me deje por ahí, en una playita. Por ahora respiro, sueño, vivo, como, Kairós todo el tiempo. No puede ser de otra manera.