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Tomado del periódico EL ESPECTADOR | Bogotá | Mayo 14, 2009 |

https://www.elespectador.com/noticias/cultura/en-agradecimiento-a-messiaen/

Nicolás Buenaventura y Olivier Messiaen: el cine y la música juntos en un documental sobre el arte en contra de la guerra.

Mientras la cámara presenta en un suave paneo una mola pegada a la pared, seguida por un paisaje que puede ser de la geografía colombiana como evocación en el monitor de un computador y por la figura de una catrina –la muerte mexicana representada como dama amanerada-, escuchamos a Nicolás Buenaventura explicando cómo, años atrás, cuando vivía en Cali y la guerra amenazaba al país, la colección de música clásica a la que estaba suscrito le reservaba una sorpresa: el Cuarteto para el fin del tiempo de Olivier Messiaen. La experiencia sería inolvidable. Se trataba de una música tan fascinante como imposible.

La secuencia y su parlamento nos permiten intuir los motivos para el título del documental: El encanto de las imposibilidades (2006). También la declaración de Messiaen, transcrita en la pantalla: “Siempre pensé que filosófica y sicológicamente la imposibilidad y la imposibilidad vencida, era una fuerza, una fuerza mágica”.

Declaración de principios y manifestación del vigor creativo, la película describe cómo el arte le permitió a Messiaen y al cuarteto que interpretó su música en un campo de prisioneros, durante la Segunda Guerra Mundial, sobrevivir al infortunio. Sugiere cómo fue la historia, el laberinto de una partitura como escape al laberinto de la desolación, a través de escenas que recrean el estreno de la obra con instrumentos en estado terminal o de qué manera los pájaros observados por Messiaen eran símbolos de libertad.

La proeza de Messiaen y la evocación de Buenaventura se definen por la guerra en dos tiempos –la Segunda Guerra Mundial y la guerra que agobia a Colombia desde el siglo XIX-; conducen a la creación de otros mundos –en la música o el cine- para comprender la realidad y evitar su culto por la muerte.

El legado de los que estuvieron antes, indeleble cuando el pasado se hace presente en la pantalla, nos permite observar los rostros tallados por la experiencia que relatan. Sus memorias se alternan con una interpretación de Messiaen por el Cuarteto Pasquier en una abadía. La perfección del sonido y la actitud del público obligan a pensar en la actitud de los prisioneros del campo durante el estreno de la obra interpretada por Messiaen y por sus compañeros en la dificultad de las circunstancias.

Los parlamentos son valiosos. La música de Messiaen: perdurable. Aquellos que triunfaron sobre el tiempo para contar lo vivido, lo hacen para no olvidar y para comprobar la posibilidad de encontrar caminos que alivien la condición humana en situaciones extremas.

El encanto de las imposibilidades empieza con la suavidad visual de la cámara y continúa con una forma de mirar que enaltece los recursos del cine cuando la figura de un cellista es iluminada por un reflector que gira a su alrededor aprovechando el resplandor de la luz y su desvanecimiento entre las sombras. Una forma de sugerir la relación, siempre conflictiva, entre la memoria y el olvido, entre la permanencia de una visión sobre el mundo y la manera como dialoga con un espectador que celebra esa visión cuando la prolonga en su memoria, quizás el logro definitivo del documental al recordar que el fin del tiempo es imposible para Messiaen; para este documental que, como aseguró una espectadora entusiasta, debería acompañar cada concierto de la obra; antes de que el silencio, sugerido como una metáfora visual que cubre la pantalla hacia el final de la proyección, trate de opacar lo que prevalece a largo plazo.

Categorías: NOTICIAS

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